Por: Wilber Martín Saucedo Olano
A finales
del siglo XIX se realizaron las primeras exploraciones para documentar las
manifestaciones culturales que tuvieron lugar antes de la llegada de los
españoles. A inicios del siglo XX los grandes hacendados se constituyeron como
los centralizadores del material arqueológico al comprárselos a los huaqueros, y además, estos mismos
también comenzaron a articular colecciones, por lo que diversos materiales
fueron vendidos al extranjero.
De tanta
riqueza que se encontraba y que se comercializaba durante esa época, había la
necesidad que el Perú tuviese un lugar para resguardar estos bienes culturales.
Por ello, a principios del siglo XX se decretaron leyes para proteger el
patrimonio cultural peruano y se destacó la importancia de los museos como la
institución de resguardo, protección, investigación y difusión de la cultura
peruana. Dentro de este contexto, resaltó el papel que tuvo Julio C. Tello, ya
que, como un investigador apasionado por las culturas andinas y su aporte al
origen cultural autóctono, también se preocupó por el destino que sufrirían
estas manifestaciones culturales al no ser conservadas o ser comercializadas;
por ello Tello fundó varios museos, entre ellos, el Museo de Arqueología y
Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos-UNMSM.
El Museo
de Arqueología y Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
fue uno de los primeros museos del Perú, albergaba varias colecciones de las
expediciones de Tello. Años después, Tello tuvo la oportunidad de materializar
su idea: un MUSEO NACIONAL que se hizo posible en el hoy conocido Museo
Nacional de Arqueología y Antropología e Historia del Perú. Dicha ejecución
tuvo implicancias con la Universidad Nacional Mayor de San Marcos; el traslado
total de las colecciones que custodiaba hasta 1946, y su posterior devolución (parcialmente)
diez años después y en lo que esto devino dicha devolución.
Actualmente
el manejo de colecciones en todos los museos, incluyendo al Museo de
Arqueología de San Marcos, tienen como objetivos proteger, preservar, ordenar y
difundir la cultura peruana. Tello quería que este museo sea científico, un
ente difusor de la cultura, donde se perpetúe el ejemplo del manejo de los
materiales arqueológicos que él legó, y que algún día se concrete la idea de un
museo nacional donde se albergue todo ese patrimonio.
A final,
los ideales que tuvo Tello con las colecciones que él recabó durante sus años
de exploraciones e investigaciones arqueológicas, y sus ideas sobre cómo debe
funcionar un museo dependen de cómo los arqueólogos en la actualidad actúen
frente a estas cuestiones. La coyuntura
política de principios del siglo XX sentó las bases de las legislaciones sobre
el patrimonio arqueológico donde Tello tuvo un papel relevante; sin embargo,
con el paso del tiempo las tendencias respecto al manejo de colecciones y las
leyes que los protegen han ido cambiando de acuerdo a las necesidades del
gobierno de turno, dándole un nivel de prioridad variable que refleja qué tanto
hemos progresado o no en cuestiones de manejo de patrimonio cultural desde
principios del siglo XX con las propuestas que Tello postuló.
Introducción a la situación del Patrimonio Cultural del Perú a
finales del siglo XIX e inicios del siglo XX
El Perú
había sufrido diversas pérdidas luego de la derrota contra Chile en la Guerra
del Pacífico. Al saqueo realizado por los chilenos, donde se perdió incontables
documentos y textos de la Biblioteca Nacional, además del traslado de las
colecciones del Museo Nacional a Chile por Patricio Lynch en el vapor Paita (27
de mayo de 1881) con parte de la Imprenta del Estado, la estatua de Colón y los
Espejos del Palacio de Gobierno. Se suma la venta desmedida de obras por parte
de coleccionistas y anticuarios a los extranjeros, a pesar que entre 1840 y
1900 se dictó leyes que disponían en celo resguardo las antigüedades del Perú para
evitar su destrucción y tráfico no autorizado. Antes hubo un intento de
controlar la situación desmedida del comercio del patrimonio cultural como fue
la iniciativa del Presidente Manuel Pardo, quien en 1872 organizó la Sociedad
de Bellas Artes, sin embargo no hubo progreso alguno y sus actividades pasaron
sin pena ni gloria.
En los
años posteriores a la Guerra del Pacífico se produjo la reconstrucción civil,
aún así, la situación sobre la creciente demanda por las antigüedades
culturales del Perú se intensificaron, y el nivel de destrucción de los
monumentos antiguos era cada vez más desmedido. Un caso representativo en Lima fue
el uso del sitio arqueológico de Armatambo como espacio para la práctica de
tiro y entrenamiento militar, mientras que la Huaca Juliana (actualmente llamada
Huaca Pucllana), se lotizaba y ofrecía en venta al propio Estado; así como era
evidente la destrucción de Sacsayhuamán por parte de la municipalidad del Cuzco,
que utilizaba sus piedras como cantera.
Esa fue la
época de mayor auge para la compra y venta de antigüedades del Perú, los
comerciantes y coleccionistas estaban en su mejor momento, las excavaciones
clandestinas se hacían bajo contrato, además de la exportación regular a países
extranjeros.
La práctica
del comercio de la cultura quedó establecida con la fundación de una sociedad
de anticuarios en 1912, quienes bajo el pretexto de ofrecer apoyo a los
investigadores que venían al país para la investigación de culturas antiguas, reunían
a una gran cantidad de comerciantes, coleccionistas y aficionados a las
antigüedades para realizar excavaciones a las ruinas sin tener que lidiar con
los trámites legales.
Aún con
esos elementos negativos, los primeros años en donde la protección del
patrimonio cultural peruano parecía solo un comercio destinado a los
aficionados a las curiosidades y a los coleccionistas de antigüedades, y además
existía una situación agravante que se gestaba; al mismo tiempo se originaban
los primeros planes institucionales y legales para la protección del patrimonio
arqueológico. Con la primera declaratoria de protección del patrimonio cultural
del Perú a cargo de Don José de San Martín, el 2 de abril de 1822; y mediante la
fundación del Museo Nacional, el 3 de junio de 1836, se establecieron las piedras
angulares para la conformación de las leyes de protección del patrimonio
actual, así como las primeras medidas de investigación arqueológica.
Los
primeros años del siglo XX traerían nuevos vientos en el ámbito del estudio,
conservación y difusión de las antiguas culturas precolombinas; siendo uno de
los ejes impulsadores de la cultura andina, así como quien postuló la idea de
su origen autóctono, el reconocido arqueólogo Julio C. Tello.
Primeros pasos de Julio C. Tello antes de la fundación del
Museo de Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Julio C.
Tello es considerado un gran investigador de las culturas prehispánicas, así
como un pionero en el campo de la gestión de Patrimonio Arqueológico; fundó varios
museos en el Perú, además de formular las primeras propuestas legales sobre la
protección del patrimonio cultural y las instituciones que velarían por ellas.
Gracias a
la publicación de su primer gran aporte, su tesis sobre La antigüedad de la sífilis del antiguo Perú, Tello parte el 23 de
setiembre de 1909 rumbo a Nueva York (EE.UU), donde se convierte en un
estudiante becario de la Universidad de Harvard para estudiar por dos años Antropología.
A fines de junio de 1911 obtuvo un Master
of Arts con especialización en Antropología, y en setiembre del mismo año
el gobierno peruano (dirigido por el presidente Augusto B. Leguía), le
otorgaría otra beca para estudiar Antropología en Europa. Viajó a tres países
del viejo mundo: cursó estudios de Antropología Física en la Universidad de
Berlín (Alemania) y estudió las colecciones peruanas del Museo Etnográfico; fue
a Londres (Inglaterra) para el XVIII Congreso Internacional de Americanistas, y
después viajó a Francia para estudiar las colecciones óseas de los museos.
Las experiencias
que tuvo Julio C. Tello durante su estancia académica por Estados Unidos y
Europa, marcarían un precedente para las futuras investigaciones que llevaría a
cabo en el Perú, además de formar en él, la idea de cómo debe ser un museo
dedicado al tema de las civilizaciones antiguas.
Por otro
lado, mientras Julio C. Tello se estaba formando en el exterior; en el Perú,
Max Uhle ya era el director del Museo Nacional desde 1906, iniciando sus
labores incrementando los materiales arqueológicos del museo, realizando excavaciones
en Lima y sus alrededores, albergando colecciones, ya sea por donación o por
compra; y el trabajo de fichado, registro, identificación y organización de los
materiales arqueológicos, tanto de las colecciones que poseía el museo como las
nuevas. Sin embargo, tiempo después, el contrato de Uhle no fue renovado; por
lo que fue reemplazado por el historiador peruano Emilio Gutiérrez de
Quintanilla.
Julio C.
Tello llegó al Perú a través del puerto del Callao en enero de 1913. Ya en
Lima, tramitó ante el gobierno peruano su participación, solicitando al
gobierno del presidente Guillermo Billinghurst la creación de la sección de
Arqueología con la finalidad de detener el vandalismo que afectaba a los
monumentos antiguos y los elementos que indicaban huellas de actividades
humanas. Gutiérrez, quien estaba en el proceso de redireccionar el eje del museo
de la historia hacia las bellas artes, no compartía la visión de Tello de ser
un museo con bases científicas y educadoras. Vio además, que el nombramiento de
Tello era un peligro y empezó una batalla para asegurarse el control del museo;
sin embargo, Tello seguía férreo en crear un museo donde se apreciara los
materiales antiguos como un testimonio de vida de hace miles de años, acercando
al peruano a reencontrarse con su pasado, con información no solo para la apreciación
del arte del antiguo Perú, sino para la admiración de una cultura que logró
manifestaciones que hasta el día de hoy fascina a todo aquel que lo percibe.
A pesar
de los conflictos internos que se suscitaron a lo largo de la carrera
museística de Tello, desempeñaría las primeras expediciones que lo llevaron a
crear la primera institución universitaria encargada de resguardar el
Patrimonio Cultural de la Nación.
El Museo de Arqueología y Antropología de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos
Durante
su vigencia como supervisor del Museo Nacional e investigador adjunto, Tello
participó en varias expediciones al sur del país, especialmente a los
departamentos de Puno, Cuzco, Arequipa; y luego en la costa sur, en Ica y
Pisco. Estos últimos lugares del Perú serían claves, puesto que Tello tendría
contacto con coleccionistas y comerciantes de antigüedades; uno de ellos, el
médico Enrique Mestanza, quien ofreció vender su colección de textiles y otros artículos,
que finalmente Tello logró adquirir con la ayuda financiera de sus amigos y
colegas Francisco Graña y José Carvajal.
A fines
de 1915, Tello fue designado por el gobierno para representar al Perú en
Washington en las reuniones del Congreso Científico Panamericano y en el
Congreso Internacional de Americanistas donde presentó una ponencia en la que reportó
lo que había descubierto en el valle de Nasca. Ilustró su charla con dibujos de
diseños de felinos y cabezas trofeo que decoraban las vasijas encontradas en
ese valle. Luego de la reuniones en Washington, Tello hizo dos cosas: vendió,
en representación de sus compradores, algunos de los textiles que ellos
recientemente habían obtenido e intentó atraer el interés de Harvard en
conducir excavaciones en el valle de Nasca. Al no conseguir suficiente respaldo
financiero Tello fue forzado a tomar parte en una exploración de Harvard al
norte del Perú (1916), específicamente en Piura; lamentablemente, los
investigadores a cargo de la exploración veían a Tello no como su igual, sino
como un coordinador de logística causándole una tremenda molestia.
En 1917 se
inició una nueva etapa en la vida de Julio C. Tello, además de ser el punto de
partida hacia la fundación del Museo de Arqueología de la Universidad de San
Marcos. Ese año, Tello postuló al puesto de Diputado como parte del Partido
Nacional Democrático, formado por José de la Riva-Agüero, siendo su objetivo la
renovación de la política nacional. Fue electo en junio de ese año, y sin
perder tiempo, Tello propuso proyectos de ley de protección del patrimonio
cultural de la nación, a su vez que trabajaba en la formación del Museo de
Arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En 1918,
el Rector de la UNMSM estuvo de acuerdo con el plan de Tello para la creación
del Museo de Arqueología de la universidad. La idea que Tello venía proponiendo
sobre la creación de este museo estuvo inspirada en sus experiencias de Estados
Unidos y Europa. Probablemente, su estadía en instituciones como Harvard y la
organización de expediciones, con sus estudios en la Universidad de Berlín y el
Museo Etnográfico, en Londres con sus conferencias internacionales sobre
América y su cultura; además de la organización y exposición de sus
colecciones, lo llevarían a querer replicar esa fórmula para el Perú y hacer de
la UNMSM, su alma mater, el eje
institucional de la investigación científica de las civilizaciones andinas.
Fueron
dos propósitos fundamentales los que determinaron, a fines de 1918, la
organización de un museo arqueológico en el seno de la UNMSM:
-Conocer la historia de la
antigüedad del Perú mediante exploraciones e investigaciones científicas con la
participación de profesores y alumnos dedicados al estudio de la antropología.
-Enseñar y divulgar los
conocimientos adquiridos a base de tales exploraciones e investigaciones
mediante cátedras y publicaciones universitarias.
Con su
tesis doctoral sobre las cabezas-trofeo precolombinas que encontró en la costa
sur en 1915, y publicada luego en la revista universitaria, sumado a las clases
que brindaba Tello sobre arqueología en la UNMSM, tenía una base institucional
para proseguir con la fundación del Museo Universitario.
En el
primer semestre de 1919, se realizó una serie de exploraciones arqueológicas en
el departamento de Ancash, estas fueron auspiciadas por el rector Javier Prado
Ugarteche y llevadas a cabo por Tello con la colaboración de dos estudiantes de
la Facultad de Medicina. Estas serían las primeras exploraciones arqueológicas
que realizaría la Universidad de San Marcos.
Se
exploraron las ruinas precolombinas del valle de Huarmey, la región de Aija, el
Callejón de Huaylas y las cuencas del Pukcha y Pomabamba del Alto Marañón. El
resultado fue muy interesante y beneficioso: propagación de la cultura del
Callejón de Huaylas (escultura, arquitectura y cerámica), trabajos iniciales de
carácter arqueológico en el templo de Chavín de Huantar con el descubrimiento
del Obelisco y otras esculturas de la cultura Chavín, descubrimiento de la
estela de Yauya en Huari, y las ruinas megalíticas de Yayno en Pomabamba. Con
el aporte material, documental y gráfico de la expedición arqueológica en el departamento
de Ancash, el Consejo Universitario fundó el Museo de Arqueología de la UNMSM,
el 21 de octubre de 1919.
Referencia Bibliográfica
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Tello, Julio
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[1945] Rev. Arqueológicas 10, Museo de Arqueología y
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